Alberto en la NewCope (3ª parte)
Última entrega de esta trilogía sobre el grandilocuente y teatrero alcalde de la capital madrileña, el siempre eterno sucesor y eterna promesa del partido popular Alberto Ruiz-Gallardón. En este capítulo quiero recordar y comentar dos situaciones protagonizadas por este señor en los tiempos más gloriosos del partido popular. Lejos quedan, eso sí.
El 31 de enero de 1996 el periodista Pablo Sebastián escribía un artículo titulado "Polémica con Gallardón". Vamos a reproducir algunos fragmentos de ese artículo.
En el fondo y en la forma del debate electoral español no está solamente en juego la alternancia en el poder, o el relevo del PSOE por el PP. Está en liza un régimen corrupto donde, además de las posibles responsabilidades políticas y penales que tengan sus gobernantes, con González a la cabeza, aparece un poderoso entramado no menos sospechoso de financieros y editores. Un ambicioso grupo que ha sido el cinturón económico y cultural del felipismo, que teme perder sus privilegios y que, ante la posible derrota del PSOE, espera controlar a nivel nacional el desembarco del PP como lo hicieron con éxito en la Comunidad de Madrid.
[...]Lo consiguieron los políticos editores y financieros del PSOE en la Comunidad de Madrid aprovechando la ambición (incluso para sustituir a Aznar al menor desliz) de Ruiz-Gallardón. Con la esperanza de que el relevo madrileño sin pérdida de los privilegios de los felipistas (se ha visto en Telemadrid, Caja Madrid y Sanidad) sirva de modelo para el cambio nacional y le enseñe a Aznar el camino de la sumisión a los poderes fácticos del PSOE.
Han usado como conejo de Indias a Gallardón. Pero su falsa moderación y el claro entreguismo en Madrid a los fácticos del PSOE (amén de sus apoyos a Barrionuevo y Pujol) fue demasiado burdo y descubierto por las bases y cúpula del PP. Y denunciado por la Prensa libre e independiente a la que el presidente de la Comunidad, de manera calumniosa, acusa de ambicionar el control de «Telemadrid», donde colocó a las «gentes» de Polanco y del PSOE.
Y esto dice y hace Gallardón sin respetar la dignidad del cargo que ostenta. Con el mismo descaro que utilizó en la radio, para tapar su «traición» y connivencia con el PSOE, a su suegro Utrera Molina, convirtiéndolo en su escudo personal, buscando el escándalo y haciéndose la víctima de un falso insulto familiar, porque en unas crónicas satíricas se le llamó, con mejor o peor acierto, «Utrerito de Nerja», para subrayar sus maneras fascistas o «corcueristas», vista su agresión y el despilfarro del caballo de la duquesa.
Gallardón fue a la tertulia de la Cope a insultarme porque he denunciado y lo seguiré haciendo su impostura en Madrid, como elogié en su día su proyecto de reforma electoral. El comenzó la discusión y al final, sudoroso y harto de agua, me invitó a almorzar (lleva meses con ese plan) ¡A tan indigno periodista! Y si quiere oír insultos de verdad o leer manipulaciones que escuche a sus «compañeros» de la Ser por la mañana o al anochecer y que lea El País.
Al grupo editorial cuyos patrones, Polanco y Cebrián, Gallardón invitó a cenar en su casa -tampoco lo publicó El País-, para propiciar el control de Telemadrid y facilitar la unanimidad televisiva que arrasa en la campaña electoral contra IU y PP. Ayer se vio con la manipulación de la CEOE. Para allanar, en suma, la jugada del relevo en el poder nacional con fichas marcadas en pos del «cambio sin cambio», como ocurrió en su Comunidad. Para que el régimen quede, al final, más o menos como está. Esa y no otra es la cuestión de fondo que se está librando en la sucia campaña electoral y en el tablero del poder donde González y Polanco utilizan a Gallardón como un peón atolondrado que sueña ser caballo, pero perdedor. Interesantísimos párrafos escritos por Pablo Sebastián antes de que el PP se alzara con el poder.
Interesantísimo ver como Gallardón ya protagonizaba entonces numeritos falsarios con periodistas de la Cope, entonces bajo la batuta de Antonio Herrero. Ambicionando siempre el poder, tirándose a los brazos de políticos corruptos de otros partidos (glorias de entonces como Corcuera y Barrionuevo y glorias presentes como sus amiguetes Bono y Trinidad Jiménez).
Es curioso también ver como ahora acusan a Esperanza Aguirre de querer hacerse con el control de Caja Madrid y de poner Telemadrid a su servicio (recuerden a los sindicatos haciendo el ridículo) cuando hace 12 años eso mismo, o mucho peor, lo hizo Gallardón con el grupo mediático que tanto daño estaba haciendo a su partido. Entonces Prisa era Prisa, y un editorial de El País te podía enterrar. Lo que no ha cambiado es la forma de actuar de Ruiz-Gallardón.
Sigamos ahora con un artículo de Eduardo Inda titulado "Indignación en la cúpula del PP contra Gallardón" que fue publicado el 20 de abril de 1998 en el diario El Mundo.
«Joder, este tío ya ha vuelto a pactar con el diablo». Miércoles 15 de abril, 20.45 horas. Cinco diputados nacionales del PP se han reunido para presenciar por televisión el partido Borussia-Real Madrid de la Liga de Campeones. El centro de las conversaciones no es el futbolista Fernando Carlos Redondo, la estrella del encuentro, sino un fiscal metido a político: Alberto Ruiz-Gallardón.
El origen de la ira de estos diputados no es otro que el «enésimo coqueteo» del presidente madrileño con el felipismo y el grupo Prisa -«el diablo» en clave popular-. Miembros de la dirección del PP fueron ayer muy gráficos a la hora de definir la reacción a los últimos devaneos de Gallardón con el felipismo y los medios afines: «Estamos hasta el gorro».
También recordaron una manifestación de Gallardón en la época en que accedió, con 28 años, a la Secretaría General de Alianza Popular: «Soy más de derechas que mi padre [José María]». En la cúpula popular le acusan de «insolidario, por facilitar la tarea al PSOE, que incide en ese flanco abierto por Gallardón al dar la sensación de que el partido carece de solidez y cohesión».
Dos episodios han compuesto la gota que ha colmado el vaso: un convenio avalado por Gallardón, por el que la vida del Círculo de Bellas Artes girará en torno a Prisa, y la entrevista secreta que mantuvo recientemente con Felipe González. «No nos explicamos qué hacía [Gallardón] el pasado 1 de abril apadrinando la firma de un acuerdo entre el Círculo y Prisa, que envió al mismísimo Polanco al acto», argumentan desde el Ayuntamiento de Madrid. Gallardón hizo de maestro de ceremonias de un acto que convierte a Prisa en el alma mater de una de las instituciones culturales más prestigiosas de la capital.
La entrevista con el ex líder del PSOE se realizó en el más absoluto de los secretos. Tanto que el eficiente servicio de prensa de la Comunidad de Madrid, en el que trabajan 40 personas, olvidó mencionarlo en la completa agenda que remite a diario a todos los medios de comunicación. Fuentes cercanas a La Moncloa dieron ayer por sentado que Gallardón no informó de la reunión al presidente del Gobierno y del PP, José María Aznar. El encuentro habría tenido lugar en la segunda mitad de marzo. A la vuelta de vacaciones, cuando el encuentro era ya un secreto a voces, Gallardón decidió dar una explicación a sus compañeros de partido: la cita fue propiciada por el deseo de Felipe González de conocer cómo había quedado la Presidencia de la Comunidad en Sol -la antigua Dirección General de Seguridad franquista- tras las obras de remodelación.
Del malestar por este encuentro a hurtadillas se pasó a la indignación en el seno del PP el pasado viernes. El motivo: unas afirmaciones del interlocutor del presidente regional, esto es, González, en las que sugería la celebración de unas primarias Aznar-Gallardón. La dirección popular en Génova 13 no olvida otros «agravios»: su recepción a Pujol pocos meses antes de las elecciones generales de 1996, su política de «acoso y derribo» al Ayuntamiento de Madrid, su paso de página ante el caso Ferrer o la concesión de la Medalla de Oro de la Comunidad al socialista Joaquín Leguina.
«Estamos hartos de la prepotencia de Gallardón y sus consejeros», enfatiza un concejal de Alvarez del Manzano. Aunque sus colaboradores le alientan y el partido le ha dado vía libre, el alcalde duda de la conveniencia de pararle públicamente los pies a su vecino.
«Ya no sabemos qué hacer para que nos hagan un poco de caso en El País». Esta frase no corresponde a una personalidad del PP, como cabría deducir dada la línea editorial del periódico que dirige Jesús Ceberio. Estas 15 palabras han salido de la boca de un prominente diputado del PSOE en la Asamblea de Madrid. La sintonía Gallardón-Prisa hace que la orientación de las páginas de Nacional de El País tenga poco que ver con las locales. El portavoz socialista en la Asamblea madrileña, Jaime Lissavetzky, es poco menos que un desconocido para los lectores del diario de Polanco. Todo lo contrario que Gallardón. La amplia cobertura que se da a sus proyectos es inversamente proporcional a la que reciben sus errores.
Álvarez del Manzano contrapone el tratamiento que recibe su gestión en las páginas del diario de Polanco con el que se dispensa a la Comunidad. Esta misma semana, el alcalde hizo pública su intención de suspender la subvención anual que concede al Círculo de Bellas Artes. Montó en cólera al conocer «el aterrizaje» de Prisa en la institución de la calle de Alcalá, aterrizaje del que no fue informado. El primer hecho que hizo sospechar al PP de «las amistades mediáticas» del presidente madrileño fue el pacto para integrar Telemadrid en Cablevisión. Esta empresa, liderada por la Telefónica de Cándido Velázquez, Caja de Madrid y Prisa, quería para sí el monopolio del negocio del cable en España.
«La noche en que pudo romperse el PP», tituló Epoca en febrero de 1996. La revista relató con precisión relojera las horas previas a la constitución de Cablevisión, el 9 de febrero de 1996, tres semanas antes de las elecciones generales. Bien avanzada la noche del 8, Aznar logró romper una entente ya redactada, cuya firma estaba prevista para la mañana siguiente. Una orden clara salió de la séptima planta de Génova 13 con destino a las alcaldías gobernadas por el PP: convocar concursos para adjudicar al mejor postor la explotación del cable.
Corría abril de 1996 y la Dirección General de Comercio de la Comunidad de Madrid tenía ultimada una ley para prohibir la venta de bienes culturales los domingos y festivos. Los almacenes Crisol de Polanco vendían libros y discos en festivo, beneficiándose de la vista gorda del Ejecutivo de Leguina. La directora regional de Comercio, Carmen Caballero, preparó un decreto regulador del que nunca más se supo. Crisol sigue expendiendo libros y discos los festivos con el enfado del pequeño comercio. Gallardón fue contertulio de la cadena Ser antes de su elección como presidente regional madrileño. Allí compartió micrófonos con José Barrionuevo, al que defendió tras estallar el caso GAL.
Y eso que por no alargar esto mucho no he querido reproducir el famoso editorial de El País tras las elecciones del 96 en que todos daban por hecha la defenestración de Aznar y el ascenso de Gallardón a los altares. Y me pregunto yo ¿Por qué después de tantas fechorías y de tantos desplantes a su partido (un partido que ha gobernado en España por mayoría absoluta sin Gallardón en la cúpula) este señor sigue en la primera línea?¿Qué intereses creados hay detrás de la figura de Gallardón?
Alguien tiene que ser capaz de explicarme por qué un tipo que ha hecho tantísimo daño a su partido sigue dando la nota año tras año. Me gustaría saber por qué la opinión de este señor, que tiene el pasado que tiene (y estos tres artículos lo dejan entrever) es tan relevante para sus jefes y para algunos medios de comunicación (y por qué muchos ocultan sus fechorías). Y también me gustaría saber por qué después de tantísimos años este tipo sigue empastado en un cargo menor pero actuando como gran jefe cuando se le antoja, sin tener eso ningún tipo de consecuencia.
Que este señor, el que se fue por una rabieta infantil y volvió a los dos días, siga en la vida pública, sobre todo en las filas del PP es incomprensible. Que un señor que se caracteriza por el victimismo, la gilipollez y la ordinariez más repugnantes siga teniendo esa supuesta buena consideración no me cabe en la cabeza. Gallardón no es ningún tesoro político, más bien al contrario, creo que le ha hecho más daño al PP que beneficios le ha reportado. Pero bueno, ellos sabrán.