Cierro el blog de forma indefinida
Así es, cierro el blog de forma indefinida. Esto significa que hoy día 3 de junio de 2008 escribo este último post por el momento, y creo que por mucho tiempo. Quizá más adelante lo retome, quizá no, eso sólo Dios lo sabe.
Las razones son evidentes, estoy harto. Harto por un lado de la hipocresía de los poderes públicos (políticos, mediáticos, sociales y religiosos) y de tener que soportar las criticas funestas de mucha gente. Yo no estoy preparado para la batalla política y dialéctica, ya me he quemado bastante y me retiro indefinidamente.
Pedir perdón a los que se hayan sentido ofendidos, fue fruto de la vehemencia y de la pasión, no de la premeditación. Espero que Dios sepa ser misericorde conmigo.
Agradecer a todos de corazón sus comentarios, su seguimiento y su apoyo. Mi afecto y mi abrazo fraterno a todos los que tanto me han aportado en estos casi dos años de singladura. He aprendido, me he hermanado, hemos compartido experiencias... pero hoy yo abandono el barco... Quizá sea porque las ratas son las que morían antes de que la peste fulminara al ser humano.
El que os habla se va apolítico, creyente y areligioso, amediático y aséptico. Todo pasa a importarme un pito, si se hunde España a mi ya no me importa, que se salve quien pueda. Que la vida os colme de venturas, de verdad. Si es en la red, nos volveremos a encontrar. Y si es en la vida ya sabéis, sóis amigos del Dr. A. Esteban. Gracias, saludos y hasta siempre.
Cuando me lo contaron sentí el frío
de una hoja de acero en las entrañas,
me apoyé contra el muro, y un instante
la conciencia perdí de dónde estaba.
Cayó sobre mi espíritu la noche,
en ira y en piedad se anegó el alma,
y entonces comprendí por qué se llora,
y entonces comprendí por qué se mata.
Pasó la nube de dolor... con pena
logré balbucear breves palabras...
¿Quién me dio la noticia? ... Un fiel amigo...
Me hacía un gran favor... Le di las gracias.
de una hoja de acero en las entrañas,
me apoyé contra el muro, y un instante
la conciencia perdí de dónde estaba.
Cayó sobre mi espíritu la noche,
en ira y en piedad se anegó el alma,
y entonces comprendí por qué se llora,
y entonces comprendí por qué se mata.
Pasó la nube de dolor... con pena
logré balbucear breves palabras...
¿Quién me dio la noticia? ... Un fiel amigo...
Me hacía un gran favor... Le di las gracias.
Rima XLII. G.A. Bécquer