A Irene Villa
Una vez por semana Irene Villa dedica una carta en el programa La Linterna a "quien corresponda". No domino la epístola, pero sí me gustaría dedicarle unas líneas a esta mujer de titanio, como ella se denomina, que hoy nos presenta un reportaje en El Magazine de El Mundo verdaderamente fantástico.
Hace mucho tiempo que admiro a Irene Villa. No porque sea una víctima del terrorismo, que no es poco. No porque sea una de las víctimas más jóvenes de la banda criminal ETA, que también. Mi admiración por ella nace de su fortaleza, de su coraje y de su afán de superación. Una mujer marcada por el terrorismo cuyo máximo regalo es una sonrisa imperturbable.
A mi como médico me conmueve el sufrimiento. Esta misma mañana sobre las 7:30 tuve que certificar la muerte de un paciente que, por ser su muerte esperada, no deja de ser alguien al que coges cariño y afecto en el transcurso de los días. Un hombre que se va y una familia que se queda, dolorida a pesar de que la noticia no les ha cogido por sorpresa. Y allí está uno, en la labor de médico-alentador, tratando de mantener la entereza y no derrumbarse con la familia, manteniendo la serenidad y transmitiendo fortaleza y confianza.
Si esta labor de los profesionales médicos es muy complicada, igual de complicada se presenta la vida para una jovecilla que por la esquizofrenia de los asesinos se ve privada de dos piernas y ve su vida marcada con esa huella imborrable. No creo que el camino que ha recorrido Irene Villa hasta hoy haya sido nada fácil. No le deseo a nadie un trago semejante, por muy malvado que sea. Pero la vida es sufrimiento en una gran parte y todos, en mayor o menor medida, nos vemos sometidos al desconsuelo en múltiples ocasiones a lo largo de nuestra existencia.
Hay una cosa que no se me borra de la cabeza, y es la sonrisa de Irene Villa. No puedo para de admirar a una mujer que huye de etiquetas y ensalza al amor como única bandera válida para pasearse por este mundo cruel e injusto. Una mujer que se ha sobrepuesto a las circustancias y que debe constituir una verdadera lección para todos y cada uno de los que leemos estas líneas.
Nos quejamos con frecuencia de nuestras desdichas diarias, de nuestros problemas cotidianos... y no es hasta que tropezamos con la muerte o con el verdadero sufrimiento cuando reordenamos nuestra escala de valores, nuestro orden de prioridades. A unos nos toca antes, a otros después... y otros tienen la suerte de que no les toca nunca. Cuestión de probabilidad. Pero lo más reconfortante es ver que la lucha ha sido fructífera.
Vaya hoy desde aquí mi admiración y reconocimiento a Irene Villa. En lo intelectual, porque es una mujer extraordinariamente formada. En lo personal porque es un ejemplo a seguir. Y en lo moral porque ella, mejor que nadie, ha sabido poner en práctica el mensaje cristiano que tan brillantemente nos cuentan los Evangelios. Necesitamos más irenes.
Una vez por semana Irene Villa dedica una carta en el programa La Linterna a "quien corresponda". No domino la epístola, pero sí me gustaría dedicarle unas líneas a esta mujer de titanio, como ella se denomina, que hoy nos presenta un reportaje en El Magazine de El Mundo verdaderamente fantástico.
Hace mucho tiempo que admiro a Irene Villa. No porque sea una víctima del terrorismo, que no es poco. No porque sea una de las víctimas más jóvenes de la banda criminal ETA, que también. Mi admiración por ella nace de su fortaleza, de su coraje y de su afán de superación. Una mujer marcada por el terrorismo cuyo máximo regalo es una sonrisa imperturbable.
A mi como médico me conmueve el sufrimiento. Esta misma mañana sobre las 7:30 tuve que certificar la muerte de un paciente que, por ser su muerte esperada, no deja de ser alguien al que coges cariño y afecto en el transcurso de los días. Un hombre que se va y una familia que se queda, dolorida a pesar de que la noticia no les ha cogido por sorpresa. Y allí está uno, en la labor de médico-alentador, tratando de mantener la entereza y no derrumbarse con la familia, manteniendo la serenidad y transmitiendo fortaleza y confianza.
Si esta labor de los profesionales médicos es muy complicada, igual de complicada se presenta la vida para una jovecilla que por la esquizofrenia de los asesinos se ve privada de dos piernas y ve su vida marcada con esa huella imborrable. No creo que el camino que ha recorrido Irene Villa hasta hoy haya sido nada fácil. No le deseo a nadie un trago semejante, por muy malvado que sea. Pero la vida es sufrimiento en una gran parte y todos, en mayor o menor medida, nos vemos sometidos al desconsuelo en múltiples ocasiones a lo largo de nuestra existencia.
Hay una cosa que no se me borra de la cabeza, y es la sonrisa de Irene Villa. No puedo para de admirar a una mujer que huye de etiquetas y ensalza al amor como única bandera válida para pasearse por este mundo cruel e injusto. Una mujer que se ha sobrepuesto a las circustancias y que debe constituir una verdadera lección para todos y cada uno de los que leemos estas líneas.
Nos quejamos con frecuencia de nuestras desdichas diarias, de nuestros problemas cotidianos... y no es hasta que tropezamos con la muerte o con el verdadero sufrimiento cuando reordenamos nuestra escala de valores, nuestro orden de prioridades. A unos nos toca antes, a otros después... y otros tienen la suerte de que no les toca nunca. Cuestión de probabilidad. Pero lo más reconfortante es ver que la lucha ha sido fructífera.
Vaya hoy desde aquí mi admiración y reconocimiento a Irene Villa. En lo intelectual, porque es una mujer extraordinariamente formada. En lo personal porque es un ejemplo a seguir. Y en lo moral porque ella, mejor que nadie, ha sabido poner en práctica el mensaje cristiano que tan brillantemente nos cuentan los Evangelios. Necesitamos más irenes.
7 comentarios:
Voy a ser políticamente incorrecto. Espero que me perdone.
Vaya por delante el respeto que me merece toda víctima del terrorismo, mi apoyo y mi consideración.
Pero Irene Villa también simboliza uno de los puntos álgidos de la sociedad española de hace no tanto tiempo. Una sociedad para la que existían víctimas de primera y segunda. Donde si moría un militar no era tenido en cuenta de la misma manera que si era un civil porque se presuponía que era un riesgo añadido al empleo.
El atentado de Irene Villa fue terrible. Pero despertó en la sociedad un trato totalmente distinto a las demás víctimas. El mismo día ETA asesinó a un militar y a otro le causó las mismas heridas que a Irene. ¿Alguien es capaz de recordar el nombre de los militares?. No.
Después del atentado, durante años, recibió montones y montones de ayudas y reconocimientos. Una y otra vez les ofrecieron todas las soluciones del mundo, una casa adaptada especialmente, una tienda, trabajos de todo tipo. Todas las facilidades del mundo para que siguiese sus estudios y recientemente se le han abierto las puertas de todos los medios para que realice su carrera.
¿Por qué a ella sí y al resto no?. ETA ha matado a 25 niños y herido de gravedad a más de 60. Nadie recuerda un sólo nombre. Nadie recibió condecoraciones, ayudas, trabajos ni nada similar.
Durante años muchos tuvieron que mendigar ayudas a las víctimas que se les negaban. Estando Matilde Fernández de Ministra de Asuntos Sociales, la Asociación de Víctimas solicitó una subvención de 40 millones para becas de estudio que la Ministra les denegó. La Ministra que subvencionaba por cantidades superiores talleres de masturbación femenina o estudios sobre las lentejas. Fue el diario ABC el que tuvo que abrir suscripción pública para poner en manos de la Asociación un cheque de 500 millones.
No quiero decir con esto que Irene Villa fuera culpable de recibir más ayudas. Sino la miseria de la sociedad en la que vivimos que es capaz de diferenciar tanto un dolor con otro.
Los que hemos tenido cercanía con el terrorismo de ETA indirectamente sabemos lo que a otros les ha costado. Sabemos de familias que se han arruinado o hipotecado por poder pagar los gastos médicos, habilitar sus viviendas o asegurarse un futuro. Que nadie recuerda sus nombres, ni les invita a dar charlas, ni les ha pagado los estudios ni les ha abierto las puertas de sus empresas.
Y en ese aspecto es donde Irene Villa me ha causado decepción. En el de una vez llegada la madurez, al echar la vista atrás, no se haya dado cuenta de todas las ventajas que disfrutó y luche por conseguir que todas y cada una de las víctimas las reciban.
De todos modos, eso no quita su grado de valentía al salir adelante con semejantes secuelas.
Muy interesante tu reflexión, de verdad. Muchas gracias!!
Saludos
Toda una valiente, y un ejemplo a seguir. Yo la tengo muy presente siempre, no solo por su brutal atentado, si no porque bastante cerca, (apenas 8 kilómetros), ese mismo día eta asesinaba a mi vecino delante de mí.
Saludos
Vaya... Me gustaría que algún día nos contases aquella experiencia Caballero ZP.
Saludos
La vergüenza es que la mayoría de las víctimas no hayan recibido similar trato, pero eso no es reprochable a Irene Villa. Involuntariamente se convirtió en una víctima 'mediática'. Cuando el nº llega al millar es difícil recordar a todas las víctimas. Alberto Muñagorri fue el muchacho que resulto herido al darle una patada a lo que creía una bolsa de basura. No sé por qué se me quedó grabado su nombre, de las demás sólo recuerdo imágenes, como las niñas de Zaragoza. ¿Hasta cuándo?
P.D. Admirable profesión la tuya, sobre todo cuando se dedica a salvar la vida de los demás.
Señor J.F.Sebastián, no me malinterprete, no digo que Irene Villa fuera culpable de ello. Lo que sí digo que me da pena que una vez visto la suerte que tuvo no haya aprovechado su "fama" mediática, llamémoslo así, para asegurar que todas las víctimas de ETA puedan salir adelante.
Si usted tiene algún día la suerte de conocer a alguna víctima de ETA le podrá contar el sufrimiento posterior de los que no tienen los mismos medios para salir adelante. En muchos casos la compensación económica acaba en nada. Gente que ha tenido que gastarla en un día en comprar una vivienda porque estaba en un quinto piso sin ascensor donde no podía acceder con la silla de ruedas, vehículos especiales, rehabilitación. Familias que se rompen al quedar el cabeza de familia en la calle. Maridos que dejan voluntariamente a la mujer porque ellos mismos no quieren que su esposa aguante la carga de por vida...
Por desgracia la cobertura periodística de las víctimas no pasa del atentado. Muchas veces, lo peor, viene después.
Esto no quiere desmerecer en nada el valor y el coraje de Irene Villa, en absoluto. Pero sí que quizás, además del gran ejemplo que supone, también habría venido bien que tirase de las orejas a empresas y organismos.
Como dice Fin de los Tiempos hubo una época en el que matar a militares no causaba conmoción social, en la que la gente lo veía con indignante indiferencia. Tuvieron que matar a Migual Ángel Blanco para que las cosas cambiaran en la sociedad española, como se dice no hay mal que por bien no venga, y su muerte supuso un cambio en nuestra mentalidad.
Publicar un comentario