Suspender el derecho de autonomía

Hace unas semanas que llegué a la conclusión de que la única forma eficaz en la práctica de parar la deriva nacionalista (y por ende evitar que lleguemos a una balanización definitiva) es suspender la autonomía de Cataluña y de las provincias vascongadas.

El caso de las vascongadas es muy claro. Si el duende Ibarretxe, concubino de la ETA, intenta de forma reiterativa desestabilizar el Estado con proclamas ilegítimas e inconstitucionales, está demostrando que la comunidad a la que representa no merece, por el momento, el privilegio de ser una autonomía. Esto no es una medida radical ni mucho menos. Simplemente es una forma más (creo que es la única que queda) de preservar la dignidad de los vascos decentes.

¿Qué ocurre? Que el PNV ha vuelto, como en otras épocas de su historia, a situarse en posturas ultra-radicales (ya que el nacionalismo es radical siempre, no existe nacionalismo moderado), es decir, que vuelven a predominar las ideas de Arana. Este PNV no es un PNV con el que se pueda pactar para el bienestar de España, es un PNV-gobierno vasco retador, desestabilizador y desestructurador. Ya tenían que haberlo ilegalizado cuando pactaron repetidas veces con la ETA, pero bueno, podría ser algo discutible. Pero es innegable que dada la situación actual de España las vascongadas deben ser controladas desde Madrid (preferiblemente por un gobierno decente) con una suspensión total de los privilegios que les otorga el estatuto. No se puede seguir consintiendo que sigan succionando así del Estado, sin respetar normas, despreciando la Constitución y sobrepasando sus funciones.

En el caso de Cataluña la cosa, con sus matices, es similar. El gobierno nacional-socialista está cometiendo algunas de las fechorías más reprobables que se recuerdan en los últimos años. Ya no es sólo que la quema de fotos del rey sea algo anticonstitucional, indecente y condenable. Ya no es sólo que el oasis catalán sea una máquina de arruinar al Estado y empobrecer las demás autonomías. Es que se ha convertido en una región dinamitadora del bienestar nacional, una región conflictiva, que pisotea la Constitución en cada momento y desprecia el estado solidario de las autonomías que tenemos en España.

Puesto que los políticos catalanes (creo que los más paletos de nuestra nación) no son capaces de llevar a cabo con decencia el proyecto de una España unida, y que los españoles no podemos seguir tolerando esa actitud retadora, chulesca y anticonstitucional de sus políticos, la única alternativa eficaz posible es suspender totalmente la autonomía catalana. No se lleven las manos a la cabeza, porque probablemente si hoy viviera Cambó estaría de acuerdo (y no es que Cambó fuera el adalid de las libertades). Lo que deben aprender estos sujetos y sus cachorros prendefotos es a respetar las normas básicas que deben regir en un Estado del bienestar que se encuentra embebido en un proceso de amplificación europea.

Ya no entro en el asunto del idioma porque sería igualarme a estos borregos. Sólo diré que pretender catalanizar todo como si fueran los romanos perjudica a los catalanes (no a sus dirigentes que llevan a sus hijos a colegios internacionales). Los políticos de turno están creando cabras lecheras monolingües e ignorantes que se encuentran en desventaja con respecto al resto de los españoles para competir con los estudiantes o trabajadores europeos. Por eso, para zanjar definitivamente esta insostenible situación, hay que empezar a cortar por lo sano: suspender la autonomía de Cataluña y las vascongadas junto con la ilegalización de los nacionalismos antidemocráticos (el 80%) y las medidas judiciales y políticas necesarias para volver a la normalidad de mocrática.